De vez en cuando -auriculares puestos- lloro en los colectivos. Me invade el agua en los ojos, sin todavía descubrir el por qué. Algún pensamiento, acompañado por un soundtrack que no se si elijo o se me impone previamente, cala hondo y se instala, y qué carajo importa si tenía que bajarme hace unas cuadras o si tengo una señora al lado pidiéndome el asiento, simplemente ya no estoy ahí.
En esos días, que me veo con la mochila verde y la capucha puesta, me invade el sentimiento de que la vida, además de injusta, es una mierda. Que todo fue programado por alguien que se estaba cagando de risa y ni pensó en las consecuencias. Y me voy alejando, perdiéndome en mi propia cabeza, pasándome factura, reprochándome, cuestionando hasta por qué doblé en esta esquina y no en la otra.
Otros días, me alegra ver un niño que abraza a su madre, diosa de su temprano mundo, y me digo que la vida es hermosa, que todo está dado para transcender y ser feliz. Entonces ando despojado, soltando viejas amarras, mientras camino por Las Heras. Sonrío, me veo sonriendo y me gusta, y me adivino un porvenir colmado de literatura e incertidumbre.
Y de ratos soy ese niño que abraza a su madre, y anhelo el castillo de cristal que fue mi infancia de bosque.
A veces me freno en el túnel del subte y pienso en el pibe que veo acurrucado entre frazadas podridas y no me perdono haber estado destapado hace unas horas, porque dejé el calefactor al máximo. Otras veces lo encuentro despierto, leo sus labios “ me ayudarías con una moneda” y subo el volumen en mis auriculares porque es viernes, porque estoy llegando al trabajo y porque no está bien visto llegar serio.
A veces miro el disfraz en la percha, el saco y la corbata, y siento ganas de mandar a la mierda a los jueces, a sus sentenciantes modos del buen vivir, al Palacio de Injusticia y toda su corrupción. Otras veces recibo contento y burgués, por el tiempo que empleo ahí, la paga que gasto en libros, cerveza y porro.
Hay días que agradezco la liviandad de no barajar más que mis propias posibilidades, no disponer sobre otro, ni adecuar mis movimientos por un otro acompañante. Otras días busco, hasta en la calle, al amor que me encuentre, que me arme y me salve. Y hay días en que no quiero ser salvado.
Hay días que quiero escarbar en lo profundo de mi mente y hablarme,gritarme, sacudirme y desahuciarme de miserias. Perdonarme los momentos que no estuve, que no miré, que no pensé y que perdí. Otras veces agradezco la anestesia, la distracción, la fugacidad de los malos momentos.
Hay días que escribo para otros, porque quiero ser leído. El ego es más y necesito del aplauso. Hay días que escribo para mi ex, y solo para ella, disfrazando las preguntas en canciones, maquillando mis reproches en textos de ficción.
Otras veces, más de noche y de prisa, escribo para mí. Aunque en realidad quien lo lee es un Franco mejor, más liviano y analizado, que comprende desde el futuro que quien puso en palabras su mente solo quería sanar.
A veces, solamente quiero sanar. Gritarle a mi viejo que ya lo perdoné, que nunca me hizo nada, que solo fueron formas del querer, que ya entendí.Pero no puedo. Entonces le escribo y lo dejo acá. Quiero decirle que lo amo, que yo soy el, todos los días de mi vida.
A veces lloro en los colectivos, porque me acercan y otras porque me alejan. A veces porque me llevan a lugares que pertenezco y otras porque no encajo, a veces porque me confirman chillando y largando humo que yo no soy esto, que este es un cuento que me inventé. Ese de la seguridad económica, ese del ritmo rápido y progresista de la ciudad, ese de ser un hombre útil para la sociedad. Un engranaje.
Y algunas veces, veo un niño, que palpa sin mirar la mano de su madre y sabe que está a salvo, que nada lo podrá afectar. Que hay un gigante que lo cuida.
Otras veces no siento nada.
lunes, 17 de septiembre de 2018
jueves, 13 de septiembre de 2018
"llegó la muerte un día y arrasó con todo un vendaval"
El día que llegó abriste la puerta, como esperándola.
Llegó vestida de silencio y de conversaciones sin sentido.
Ordeno que desordenemos nuestras cosas para que se nos haga imposible encontrar entre tanto, aquello valioso.
No nos dijo una palabra.
El día que llegó, ya la esperábamos.
Nosotros la invitamos.
miércoles, 12 de septiembre de 2018
Sobre la escritura y los edificios sin luz.
Hace un rato sonó una alarma en mi teléfono, “Fotos” decía. Era la misma que programé ayer, y postergué varias veces para terminar tipo once, lidiando con que la conexión wifi había fallado de nuevo. Hace un rato sonó y no la postergué.Me paré enseguida y abrí la notebook.
Fotos. Las fotos de los pibes tocando, del Tino, de Emi y de Naco. Algunas quedaron buenas, otras mucho ruido.
Los pibes quieren ponerle más onda al tema de las redes sociales y los banco en esa. Un poco hay que venderle el alma al diablo. Entonces se las mando y mi wifi me implora que lo exija menos, medio que grita “ basta Franco, manda menos fotos, hermano”. ¿Dos gigabits de memoria no son muchos para unas fotos de ensayo?
Yo no le hago caso y el tipo va por otro lado, “le corto la luz a este y fue”, dice. Entonces todas las luces del departamento vacilan y se apagan, todas eh. Y de inmediato ese ruido general, ese como de robot apagándose. Y lo que escucho después son los guachines de abajo, que estaban jugando al futbol y ahora las luces del estadio se apagaron. Y se alegran los sinverguenzas, ahora hay menos reglas.
Me asomo al balcón para ver si mis vecinos están en la misma o si realmente fue el hijo de puta de mi wifi. Algunos tienen, otros no. La vecina del camisón se asoma también, que si lo digo así suena como algo medio porno, o que está buena o algo por el estilo. Pero no. Es una vieja, que no para de fumar. A veces me da miedo.
El verano pasado, me desperté a las seis am para ir a laburar, y desayuné en el balcón. Estuve ahí, en silencio, comiendo una banana y tomando un café, y se me da por mirar para los balcones vecinos. Estaba ahí la hija de mil, sosteniendo el pucho mirando a la nada, apoyada contra la red de seguridad que le habrá puesto el hijo por cagazo a que se caiga. Estaba ahí y me pegué un susto bárbaro. Si, digo “cagazo” y después me regulo y digo “susto", que buenos modales.
Pero si, algunos vecinos tienen luz y otros no. En algunos departamentos veo que las luces titilan, dudan, amagan y se apagan.
Y después, casi como un acto de igualdad social, se le corta la luz a las tres torres.
Ahí tienen loco! Es para todos igual.
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La noche está barbara, la verdad. Se viene anticipando una primavera prometedora. “Primavera prometedora”. ¿Qué sabré yo del clima no? Pero bueno, no escribo para científicos, lo que quiero decir es otra cosa. La primavera se avecina copada, de birrita y de balcón.
Y en eso estoy pensando cuando agarro la notebook y retomo la idea que anoté ayer .
El martes amanecí con un nuevo texto escrito que me disparó para un montón de lugares a los que hace rato no iba. Me dejo tumbado, medio sensiblón. Y cada rato lo leía de nuevo, mientras laburaba, mientras cagaba en el baño del juez, mientras iba en el subte, mientras esperaba al psicólogo.
Y quedé ahí trastabillando hasta que lo sentí caer por las entrañas y archivarse en una especie del almacén que todos debemos tener donde se guardan las verdades que de ahora en adelante sabemos y nos van a regir. “Las imprescindibles” decíamos con Fefe cuando leíamos las poesías de Dardo. Las que tienen que estar.
Entonces el texto se acomodó por ahí y medio que pude seguir adelante. Pensar en otra cosa, otra escena, otra ficción.
La escritura me produce eso.
Me arranca la piel, me la perfora y me la saca. Y así quedo, desnudo mientras camino, mientras leo y mientras pienso y mientras comprendo.
Se regenera, la piel. Nace de nuevo, intacta y en apariencia idéntica, pero no. No es la misma. La piel vieja se cayó con el texto anterior. La nueva es esta. Y me ocupa toda la carne hasta componer todos mis costados nuevamente.
Estas manos y estos dedos, este cuerpo que salió al balcón porque se cortó la luz, estos párrafos que hablan de mis últimos días, de las fotos y de los pibes, de las redes, de la luz, del futbol, de los niños, del cigarrillo, de la vieja, de la muerte, de los miedos, de los vecinos y de mi.
En la sangre
Querido Juan:
Hoy volví a la cancha después de un año. Después de la promesa, claro. Esa donde te juré, en la habitación del hospital, que no volvería a ir <ni de putísima casualidad>. Y vos me agarraste bien fuerte del brazo y me dijiste “vení para acá, no seas boludo, vos vas a estar ahí , llueva o truene, vas a estar por mí, por nosotros". Tuve que aguantarme las lágrimas porque no se iba a ver bien delante de los chicos.
Delfina que me miraba buscando algo así como una protección paterna sustituta, mientras su viejo dormía en esa cama fría. Se sentía más consolada por el monito con la remera de Boca que le habías regalado.
Flor de tío maricon les tocó. Se suponía que yo tenía que ser el fuerte de la escena. Traer la palabra justa, decirles que todo va a estar bien. No me salían las palabras hermano. ¿Qué querés que te diga?
Lo único que podía hacer era secarme las lágrimas, poner la voz firme y mandarlos a todos a descansar a tu casa. Casi sin mirarlos, decirles que me iba a quedar, que así era todo más fácil.
< Más fácil>.
¿Pero cómo decírselo a Isabel? Tenía que ser yo el que le diga " Anda a tu casa dale, yo me quedo con mi hermano “. ¿y ella ? Ella fue el amor de tu vida Juan, tenía que quedarse .
Todavía nos acordamos, en las fiestas, cuando la seguías después del colegio , siempre por el mismo camino devuelta a su casa . Yo le gritaba por vos y cuando ella se daba vuelta, te parabas completamente en seco y te quedabas sin hablar, serio, sin mover un músculo.-No puedo Pablo , no puedo, me decías rogando que Isabel se vaya y salvarte de la más grande de las vergüenzas.
Se hace difícil tenes que saber. Estar en la cancha saltando es inexplicable, pero se me termina el mundo cuando busco ese abrazo después del gol del Loco o de Román. Busco tu abrazo y vos no estás hermano.
-Dale tarado! Hablale, te decía yo , que te llevaba dos años y tenía un poco más de experiencia con mujeres.
Ahí es donde me acuerdo de vos , y si hago silencio, te siento al lado mío.
<Tío llevame a la cancha> , me dice Joaquín que esta cada día mas parecido a vos.
<¿Mi papa jugaba como yo?>, ataca de nuevo.
Tiene los mismos tus caprichos cuando jugamos en el patio de casa. Tendrias que haberlo visto el domingo pasado, jugando por el campeonato, emocionaba Juan .
Cuando termino el partido vino corriendo –esquivando en una gambeta más del partido a su madre que quería felicitarlo- hasta donde estaba yo y me preguntó < ¿ Cabeceo cómo mi papá o no?>
Me desmaterializó.
Y cuando miro nuestras fotos, las de chiquitos, con la camisetas - vos siempre con la más reciente por tu condición de hermano mayor- y me acuerdo que desde esa época nos gusta, que un día vimos la Bombonera y quisimos dormir ahí, nada de volver al colegió o de que los viejos vayan a laburar. Eso si, había que conseguir una pelota.
¿Cómo no voy a ir a la cancha? , si estuvieses acá me llevaría a patadas.
Cuando me dicen " está en un lugar mejor " también siento ganas de <salir un segundo a fumar un puchito>, yo sé que para vos no hay mejor lugar que una cancha de futbol
Hace una hora estoy sentado en el living de la casa de los viejos, vine a buscar unas cajas que habían quedado del inquilino anterior. Este año no la vamos a alquilar, te cuento para que estés al tanto. Delfina la va a usar para poner sus cuadros, tu casa ya les quedó chica y Joaco, aunque está bastante grandecito, tiene una puntería barbara para embocar la pelota justo en la mitad del lienzo.
El pasto está largo, no se qué habrán hecho los Salas con el patio pero menos mal que la vieja no está para verlo. El rincón del fondo sigue con el arquito, tuvieron piedad la interminable lista de inquilinos y lo dejaron.
Me gustaría que estés acá , viviendo el campeonato de Boca conmigo, viéndolo a Joaquín jugar.
Creo que algunas veces la vida nos quita lo mejor que tenemos, para que suframos, para que nos duela y así darnos cuenta de que estamos vivos.
Y vos sufriste Juan.
Por eso es que hoy voy caminando a la cancha y aunque no vayas a ser a vos al que abrace cuando Palermo haga un gol, Joaquín -que lo llevo en los hombros- me va a hacer llorar con un abrazo y me va a recordar que toda la pasión y el amor que sentías por Boca, ahora lo lleva él, en la sangre.
Un relato que escribí cuando tenía 17 años. Pasaron solamente 7 años y a la vez han pasado ya 7 años.2018, voy a abrir un blog.
Voy a abrir un blog.
Una frase tan 2006 que me hizo repensar varias veces en esto que estoy por hacer. Abrir un blog, hoy.
Voy a intentar ordenar mis pensamientos para que, más o menos lo que voy a decir acá, tenga una coherencia. Pausa. Voy a fumar un porro y voy a abrir un blog.
Lo primero que tengo claro es que voy a jugar muchas veces con la figura del anonimato. Esa no personalidad me va a dar cierta libertad a la hora de entrar en algunos lugares de mi mente o del imaginario colectivo.
Lo segundo, aunque tranquilamente podría ser lo primero, es que un blog hoy, no lo lee nadie. Confío en que los amigos lo harán. Aveces me miento y me digo que no me interesa demasiado ser leído.
Una vez soñe que estaba en las Salinas de Jujuy y tenía en mis manos una pala. A mi lado, una carretilla roja vacía. Supuse que tenía que llenarla de sal. No conozco las Salinas, no se qué textura tienen, no tengo ni idea de las dimensiones. La cosa es que yo tenía que palear y llenar la carretilla. Pero había viento, y ni bien estaba cerca de completar mi tarea, el hijo de puta me la volaba para todos lados riendo.
Debe haber alguna conexión mental que aún no descifro pero cuando pensé en a qué se parecía abrir un blog hoy, esto apareció.
Y en esto que intento sea mi manifiesto, pienso en la velocidad de hoy, en la soledad de hoy, en la masividad de hoy, en la instantaneidad de hoy, y me digo que intentaremos - yo y mis otros Francos- nunca sucumbir ante tales bastiones de sociedad. No leí demasiados manifiestos pero supuse que casi todos están escritos con cierto tono solemne o de verdades absolutas e irreversibles. Bueno, de paso, acá eso tampoco.
Quien entre acá espero encuentre, un escenario en blanco, ni una sola regla, ni un solo mejor. Eso intento ser yo. De regirme así.
Se complica, la maquinaria es compleja, la rueda del mundo a veces es demasiado.
Pero intento.
No tengo demasiadas cosas que decir hoy, este texto será una especie de presentación. Apoyo la idea de ser breve, conciso, no demostrar demasiado ni presentar demasiadas palabras sin fin, no hablar de más.
El silencio no es tiempo perdido, dijo el grandísimo.
Acá silencio no habrá, después de todo es un blog, che!
Una frase tan 2006 que me hizo repensar varias veces en esto que estoy por hacer. Abrir un blog, hoy.
Voy a intentar ordenar mis pensamientos para que, más o menos lo que voy a decir acá, tenga una coherencia. Pausa. Voy a fumar un porro y voy a abrir un blog.
Lo primero que tengo claro es que voy a jugar muchas veces con la figura del anonimato. Esa no personalidad me va a dar cierta libertad a la hora de entrar en algunos lugares de mi mente o del imaginario colectivo.
Lo segundo, aunque tranquilamente podría ser lo primero, es que un blog hoy, no lo lee nadie. Confío en que los amigos lo harán. Aveces me miento y me digo que no me interesa demasiado ser leído.
Una vez soñe que estaba en las Salinas de Jujuy y tenía en mis manos una pala. A mi lado, una carretilla roja vacía. Supuse que tenía que llenarla de sal. No conozco las Salinas, no se qué textura tienen, no tengo ni idea de las dimensiones. La cosa es que yo tenía que palear y llenar la carretilla. Pero había viento, y ni bien estaba cerca de completar mi tarea, el hijo de puta me la volaba para todos lados riendo.
Debe haber alguna conexión mental que aún no descifro pero cuando pensé en a qué se parecía abrir un blog hoy, esto apareció.
Y en esto que intento sea mi manifiesto, pienso en la velocidad de hoy, en la soledad de hoy, en la masividad de hoy, en la instantaneidad de hoy, y me digo que intentaremos - yo y mis otros Francos- nunca sucumbir ante tales bastiones de sociedad. No leí demasiados manifiestos pero supuse que casi todos están escritos con cierto tono solemne o de verdades absolutas e irreversibles. Bueno, de paso, acá eso tampoco.
Quien entre acá espero encuentre, un escenario en blanco, ni una sola regla, ni un solo mejor. Eso intento ser yo. De regirme así.
Se complica, la maquinaria es compleja, la rueda del mundo a veces es demasiado.
Pero intento.
No tengo demasiadas cosas que decir hoy, este texto será una especie de presentación. Apoyo la idea de ser breve, conciso, no demostrar demasiado ni presentar demasiadas palabras sin fin, no hablar de más.
El silencio no es tiempo perdido, dijo el grandísimo.
Acá silencio no habrá, después de todo es un blog, che!
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